Ana B.Mendoza
Ana B.Mendoza

Cuento De Cuarentena IV

Ya queda menos


Semana 4 de confinamiento


El Presidente quiere solicitar una nueva prórroga. Todavía no está la situación controlada, así que endurece las medidas y se paralizan todos los trabajos no esenciales del país. Una avalancha de ERTES satura el Sistema Nacional de Empleo. El paro aumenta hasta niveles nunca vistos antes, aunque desde el gobierno prometen que va a ser temporal.

Las calles se encuentran todavía más vacías, ya casi no se oyen coches pasar. Guardia Civil, Policía y Ejército pasean tanto a pie como en coche para asegurarse de que los ciudadanos cumplen con el estado de alarma. La fauna está recuperando parte de su territorio, y ya empieza a ser habitual ver águilas sobrevolando la zona incluso con vuelos sorprendentemente bajos.


Consuelo sigue sin salir de casa para nada, cuando necesita hacer la compra llama a su hijo y le lleva a casa lo que necesita. La última vez que fue le dio, además, un dibujo que le había hecho su nieta para que sepa que se acuerda de ella y un puzzle que había encontrado para hacerle más amenos los días.

Después de comer, como siempre, sale a la terraza a regar sus plantas y a tomar un poco el sol. Para su sorpresa, la terraza de enfrente está limpia y recogida.

Cuando Juan vuelve de la compra encuentra un gatito sólo en la calle al lado de un contenedor, es posible que la madre esté cerca buscando comida. Siempre le han gustado los animales, y siente pena al ver al pobre ahí sólo y empapado después de toda la noche lloviendo. Sabe que aunque ahora pueden campar a sus anchas cuando vuelva la vida a la "normalidad" lo van a tener difícil de nuevo, así que lo recoge y se lo lleva con él y así además le hará compañía.

Tras mucho pensar decide llamarle Mick, en honor a uno de sus grupos preferidos, The Rolling Stones. Sí, a pesar de las apariencias Juan es un apasionado de todo tipo de música, tanto nacional como internacional, y el rock es uno de sus géneros preferidos. En su casa tiene una habitación reservada para su biblioteca musical, con discografías completas, ediciones especiales e incluso un viejo gramófono heredado que mantenía en perfectas condiciones.

Cansado de estar dentro de casa, y como cada día sube un poco más la temperatura, decide salir a tocar a la terraza. Bajo un pequeño tejado que cubre parte de ella se prepara una silla y el atril. Se sienta, saca de su funda la tuba y comienza mientras su compañero se acostumbra a su nuevo hogar.

Consuelo se encuentra leyendo cuando da inicio su concierto diario particular. Al levantar la cabeza ve a Juan concentrado frente a ella. Entonces aparta el libro, cierra los ojos y se deja llevar: imagina que se encuentra en el teatro y Juan está en el escenario. Al terminar el público se pone en pie y le ovaciona. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo mucho que echa de menos ir al teatro como solía hacer con su difunto marido. 

Un poco antes de las ocho el intérprete recoge todo para salir a aplaudir al balcón. Los vecinos comentan y se preguntan quién será el artista del barrio, pero él prefiere no decirlo, le basta con saber que está ayudando a que el encierro sea algo más llevadero.


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