Ana B.Mendoza
Ana B.Mendoza

Cuento De Cuarentena V

Algo inesperado


Semana 5 de confinamiento


Se ha alcanzado el pico de la pandemia. Muchos trabajadores vuelven a sus rutinas con medidas de seguridad: mascarilla, guantes y mantener la distancia con los compañeros.

Aún así lo más seguro es que exista una nueva ampliación del confinamiento, ya que hasta que no baje el número de contagiados es peligroso volver a la normalidad.

Con la confianza puesta ya en que acabe esto pronto, Consuelo sale a la terraza esperando a que su vecino toque de nuevo. Le transmite paz y tranquilidad.

El gatito ya se ha familiarizado con la casa y empieza a hacer de las suyas, asomándose al borde de la terraza para mirar y sentarse a tomar el sol. Observa los gorriones con más ganas de jugar que de cazar, pide mimos constantemente a su dueño y ya tiene un juguete favorito.

Juan, antes de comenzar, acondiciona un poco la terraza que su mascota ha desordenado por completo con sus travesuras. Es entonces cuando Consuelo aprovecha para preguntarle porqué no quiere desvelar que es él quien da los conciertos todas las tardes.

Él le confiesa con timidez que, aunque le gusta y lo disfruta realmente, siente algo de vergüenza al pensar en descubrirse delante de sus vecinos a pesar de haber participado en numerosos conciertos con la orquesta. Entonces se sentía arropado entre sus compañeros y ahora el cobertizo de su terraza le ofrece protección y seguridad frente al vecindario, ya que debido a su carácter huraño le resulta difícil establecer relaciones y nunca se ha llevado bien con ellos. Aún así los halagos que oye todas las tardes cuando se asoma a aplaudir le llenan de orgullo y le motivan a seguir practicando todavía más.

Después de esa tarde se suceden muchas conversaciones muy interesantes, en las que Juan cuenta algunas de sus aventuras de tiempos jóvenes y Consuelo, curiosa por naturaleza, no deja de hacer preguntas.  Pasan el tiempo entre historias, risas y vanos intentos de convencerle para que se confiese como el artista que ameniza el barrio todos los días. Para asombro de Consuelo resulta que Juan es un hombre divertido e inteligente, no comprende como llegó a convertirse en el anciano gruñón y antipático que repudia de la sociedad, y comienza a sentir admiración por él.

Las templadas noches primaverales ya han llegado y ellos quedan, cada uno en su terraza, para salir a contemplar el cielo estrellado mientras Juan relata historias y leyendas sobre la luna hasta que llega la hora de irse a dormir.  



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